domingo, 26 de julio de 2009

Flora Tristan, nómade y paria

Flora Tristán, nómada y paria

Antes de comenzar la narración de mí viaje,
debo exponer a lector la posición en que me encontraba
cuando lo emprendí y los motivos que lo determinaron.
Flora Tristán

A mediados del siglo XIX, en La Unión Obrera, su obra más relevante, Flora Tristán se dirige al mundo:
“Reclamo derechos para la mujer porque estoy convencida de que todas las desgracias del mundo proceden de este olvido; reclamo derechos para la mujer porque es el único medio para que se tome en consideración su educación y porque de la educación de la mujer depende la del hombre en general y, particularmente, la del hombre del pueblo; reclamo derechos para la mujer porque es el único medio de conseguir su rehabilitación ante la Iglesia, ante la ley y ante la sociedad y porque es necesaria esta previa rehabilitación para que los propios obreros sean rehabilitados”. (U.Obrera, F.Tristán-1843- Feminismo y Utopía -Fontamara -1977 -México)
Reclamos todos, y cada uno a lo largo de sus páginas, que no han perdido actualidad. Son de una inconmensurable vigencia; de una vigencia vergonzante. Y aunque éste de la vindicación de los derechos de la mujer, no es el tema que nos convoca, inevitablemente llegaremos a esa conclusión tratando de vislumbrar ‘el cómo y los por qué’ de Flora Tristán para tomar la decisión no solo de escribir sino de financiar la edición de La Unión Obrera, mediante suscripción voluntaria de amigos como George Sand, Víctor Considérant y muchos personajes del momento que confiaron en su ideología y el valor pera expresarla, decisión que toma dado que ninguno de los editores de la época a cuyas puertas golpeó creyeron en esos conceptos, ni en Flora Tristán. Pero la Unión Obrera y sus consecuencias, no fueron la causa de las críticas y maltratos que Flora recibiera de su familia y la sociedad, ni lo que la motivó al increíble viaje iniciático que realizó desde Francia a Perú. Viaje iniciático de una mujer “Entre dos mundos”, y en realidad el pretexto necesario para desarrollar este escrito con la sola pretensión de reflexionar una parte de la historia de las mujeres un tanto olvidada. O insuficientemente recordada.
En realidad, me animo a considerar que al fin y al cabo todo aquel viaje de Flora Tristán, de Francia a Perú, en búsqueda de su identidad, el reconocimiento familiar y por ende sus derechos hereditarios, que dieron lugar a su inmediato diario de viajes: “Peregrinaciones de una Paria”, no fueron sino el pretexto o resultado válido como para que Flora se lanzara definitivamente a enarbolar su bandera en defensa de los derechos de la mujer. Los derechos de la mujer en el seno del hogar y su lugar en la sociedad como trabajador/a. La conclusión de esa lucha, desde su condición de niña-mujer-obrera, pero muy especialmente por tener esa mirada de mujer tan necesaria en el imprescindible revisionismo histórico, repito, la conclusión a su vida inmersa en la ‘lucha de clases’, fue su obra La Unión Obrera, en el año 1843.
Flora Tristán, precursora en el tema, tuvo muy claro antes de relacionarse con los socialistas de la época, que la clase oprimida fue explotada primero por los nobles y luego por la burguesía, y tratándose de la mujer, advierte otra circunstancia que aun hoy no se ha erradicado:
“…los industriales, al ver a las obreras trabajar más aprisa y a mitad de precio, despiden cada día a los obreros de sus talleres y los reemplaza por obreras…Una vez se entra en ese campo, se despide a las mujeres para reemplazarlas por niños de doce años…Finalmente se llega a no ocupar más que niños de siete u ocho años. Dejad pasar una injusticia, pero estad seguros de que engendrará miles de ellas”. (U.Obrera, F.Tristán-1843-Feminismo Utopía/Fontamara/1977/México)
Debatiéndose sus percepciones e ideas dentro de lo que se llamaría el “socialismo utópico” y más adelante “marxismo” lo cierto, es que aunque Flora no alcanza a verlo, y se desconoce si Engels y Marx la conocieron, las ideas de la Tristán reaparecen en la teoría que Marx y Engels, tres años después de la muerte de Flora y cuatro después de la aparición de la Unión Obrera, expusieron en El Manifiesto del Partido Comunista. Por otro lado, antes que Flora Tristán ningún pensador se había planteado que el proletariado y la mujer, eran una clase Internacional, unidas por su condición en todo el mundo e igualmente enfrentada a la burguesía. Por lo tanto, Flora sostuvo que la Unión debía ser universal; esboza una Internacional de los trabajadores/as que Marx construirá veinte años más tarde. En cuanto a Engels coincidirá con ella a sabiendas, o no, en Los orígenes de la propiedad privada, la familia y el Estado, pensamiento que no pone en boca de Flora sino en boca de Fourier: “Los progresos sociales y los cambios de período se operan en razón del progreso de las mujeres hacia la libertad. (…) En resumen, la extensión de los privilegios de las mujeres es el principio general de todo progreso social”.
Ideas, las de éstos pensadores, coincidentes con las de Flora, pero con una ventaja trascendental para ella y es que Flora Tristán, sí, pudo vivenciar qué tan lejos y tan Internacional debía imponerse esa Unión, porque como Viajera entre los Dos Mundos, pudo recorrer el Sur de América, las costas del Océano Atlántico, bajo la línea del Ecuador, y luego de atravesar el Cabo de Hornos, las costas del Pacífico, Chile y Perú. Por lo tanto, claramente y en persona vislumbró y levantó testimonio de la esclavitud de los trabajadores y de ese grupo social diferenciado dentro de la burguesía y el proletariado al que denomina “otra raza”: la mujer.
¿Ficción histórica?
Es casi imposible evaluar el camino realizado por ésta mujer si consideramos las dificultades económicas en que se movía, la escasa educación formal, el gran obstáculo de los prejuicios y las distancias a recorrer. Para tratar de ponerse un poco en su piel, curiosamente, solo queda el recurso de la ficción. Apenas así puedo imaginar a Flora y sus circunstancias:
“Flora y Aline iban de la mano. Cada tanto y por un momento se detenían y miraban hacia atrás. Al fin, apuraron el paso aún a riesgo de pasar por alto la casa del señor Pagnerre, donde se dirigían para ofrecerles la suscripción a la Unión Obrera. Aquel día, habiendo abandonado la casa de la calle del Gato que Pesca, una por detrás de la otra y pegadas a la pared, caminaron unas cuadras. Cuando dieron vuelta a la esquina escucharon los cascos de un corcel y las ruedas del coche rebotando contra el empedrado. La madre atrajo a la niña contra su pecho y la cubrió con su rebozo. En un instante llegaron a la marquesina verde en el almacén de dulces. Aunque se refugió en los brazos de su madre, Aline no era débil. Sin embargo la niña se dejó arrebujar por Flora Tristán como hacen casi todas las niñas con casi todas las madres.
El carruaje pasó echando pestes y barro, inquietándoles el revoloteo de la falda. El caballo parecía huir del chasquido del látigo. Solo cuando las patas del animal alcanzaron el empedrado de la calle lateral, madre e hija sonrieron. Aline quitó una gota de sangre de los labios de Flora, que en momentos como aquellos acostumbraba a morderse la boca. Otro gesto de su madre que Aline se esforzaría en no copiar.
-Entremos… -ordenó Flora a su hija.
No faltaría la oportunidad de visitar a Pagnerre; pasarían otro día; él diría que sí a la suscripción; solo unas monedas a cambio de negarse a editar el libro en su editorial; después de todo, aunque compartían ideología, se trataba de un manifiesto obrero escrito por una mujer. Descabellada idea de una osada mujer. Qué editor se animaría a tanto en el 1843. Sin embargo, con Chazal pisándole los talones, Flora había olvidado el rechazo del editor socialista.
-Tampoco estará Masson…
-No. Seguro que Alphonse duerme aun, prendado de alguno de sus cuadros o en brazos de la musa. Comamos algo mientras tanto...
-No debemos gastar dinero en dulces, mamá.
-No usaremos el dinero de la suscripción, solo las monedas que he cobrado por cuidar al niño Delecuse. Además, Aline, es el almuerzo de dos mujeres en su jornada laboral. Nos lo hemos ganado… –dijo dando unos golpecitos en la mesa.
-¿Señora…?
-Monsieur Michel, por favor, nos trae leche tibia con cocoa, pan tostado y miel. Nada mejor que el aroma del pan tostado…
-Debemos apurarnos, madre. Nos espera en la editorial el señor Lefevre y el abogado Chénier, el ministro Martínez de la Rosa y don Frederick-Lamaitre, que más tarde estará en el teatro, atareado con el estreno de su pieza...
-Seguramente estarán mañana en lo de Aurore que ha ofrecido una comida para ayudarnos a financiar la edición…
-¿Aurore o George Sand, mamita?.
-Es una cobardía que Aurore, una mujer, firme sus escritos como hombre no se si reniega por ser mujer o escritora…
Al rato, reconfortadas por la leche tibia y el pan tostado ni bien atravesaron la puerta volvieron a endurecer el semblante. La calle era una amenaza, les anunciaba la probable presencia André Chazal. Chazal volvía a las andadas una y otra vez, mucho más después de la confesión que hiciera Aline denunciando el abuso sexual de su padre. ¿Qué más debe hacer un hombre para que le caiga el peso de la ley?, preguntaba Flora en cada uno de los mostradores en que a la par de su hija elevaba su reclamo de mujer abusada.
Pero no hubo juez ni abogado que pudiera responder. Al fin, fue el mismo Chazal quien dio la respuesta. Una tarde madre e hija caminaban por la calle cuando André se lanzó de un coche y le disparó un tiro. De inmediato la gente rodeó a Flora, ensangrentada y en el suelo. Aunque al principio creyeron que se trataba de George Sand agredida por uno de sus despechados amantes. En medio de la confusión, Flora, fue trasladada al hospital y Chazál a la cárcel. Solo entonces la ley pareció ponerse del lado de la mujer.”

¿Realidad histórica?
Flore Celestine Thérèse Henriette Tristán Moscoso -conocida como Flora y de la que German Arciniegas dijo: “…pertenece a esa raza de gentes americanas que son así: medio locas, libertadoras, geniales” (Peregrinaciones de una paria, Villegas Editores-2003-Bogota. Pag. 9), nació el 7 de abril en 1803, en París y fue concebida en pleno período napoleónico, el de los emprendimientos audaces, el de la imaginación, el idealismo y la locura. La pequeña nació amparo del más absoluto romanticismo. Su madre fue Thérèse Anne-Pierre Laisney y su padre, un coronel peruano de la armada española, don Mariano Tristán y Moscoso, proveniente de una poderosa familia del Perú.
Al parecer, Mariano y Thérèse, se conocieron y se enamoraron en Bilbao, donde ambos se habían refugiado a causa de la revolución. Se unieron en un matrimonio religioso con un sacerdote expatriado, como ellos. Por lo tanto, para la ley, Flora, era la hija bastarda de don Mariano Tristán y Moscoso. Cuando la niña rondaba los cinco años, don Mariano murió y la falta de documentos que certificaran el matrimonio y su nacimiento, sumió a Anne-Marie y a Flora, en la pobreza. El estado francés revolucionario no reconocía el matrimonio ‘solo’ religioso, motivo por el cual se les negó todo tipo de derechos. De inmediato las echaron de la propiedad que ocupaban en Vaugirard y todas sus pertenencias fueron enviadas a don Pío Tristán y Moscoso, hermano de su padre, en el Perú.
El único documento que podía esgrimir Thérèse era una carta de Simón Bolívar, fechada en 1807, que ratificaba la unión de los padres de Flora:
“Di a Mariano –pide Simón Bolívar- que yo lo amaré siempre, que haré el largo viaje de Caracas al Perú, aunque más no sea para dar noticias a su familia; que abrazaré a su hermano don Pío con tanto afecto como podría hacerlo él mismo. Después de todo lo que nos ha dicho de él, ese Pío debe ser un hombre muy amable.” (Peregrinaciones de una paria, Villegas Editores-2003-Bogota)
Sin embargo nada cambió. Thérèse Laisnay, alquiló una casita en los alrededores de la plaza Maubert, un barrio pobre de París. Por esos tiempos Flora toma clases de dibujo y muy pronto, en el 1819, empieza a trabajar como obrera colorista en el taller de grabado y litografía de André Chazal, con quien contrae matrimonio un 3 de Febrero de 1821.
“…Regresamos a París, en donde mi madre me obligó a casar con un hombre a quien no podía amar ni estimar. A esta unión debo todos mis males” (Tristán, Peregrinaciones de una Paria, Villegas Editores-2003-Bogota)
Entre las primeras cartas de Flora, de las que se tiene noticia, existen dos dirigidas a Chazal escritas durante el mes anterior al matrimonio:
“París, 3 de Enero de 1821; Quisiera ser una mujer perfecta, se sabe que no podré. (…) Deseo ser tratada por mi madre como yo seré con mis hijos, en fin, deseo ser buena con todo el mundo. Quisiera ser filósofa, pero de una manera tan dulce, tan amable como todos los hombres deseen en una mujer filósofa. Adiós!!, te abandono porque mi lámpara me abandonó y no tengo deseos de encenderla; pero pienso en ti, y olvido la miseria. Flora” (Tristán, La Paria et son reve, Presses Sorbonne Nouvelle- 2003- Traduc.S.Miguens. Pag. 44)
Y, unos días más tarde…
“París, 12 de Enero de 1821;Yo te diría, mi querido, que esta velada que deseaba tanto, quisiera que aun estuviese por venir, pues sufro dolores terribles. (…) Adiós amigo de mi corazón; en la mañana, cómo golpeaba este corazón; te buscaba los ojos, mi boca buscaba la tuya, mis brazos buscaban acercarte a mi pecho, ese pecho que no conoce el placer sino por a ti. Pero adiós! Yo juro amarte siempre y por curarte tanto de placer como te he dado de penas, adiós! (…) entonces, amigo de mi alma, no pude abandonarte, (…) por todo eso que me cuesta decirte adiós. Flora” (La Paria et son reve, Flora Tristán Presses Sorbonne Nouvelle,2003- Traduc. S.Miguens. Pag.44)
En ese estado de cosas, nació su primer hijo. Durante la convalecencia del alumbramiento, Flora, lee a Saint Simon (Du Système Industriel ) y a Chateaubriand. En los próximos tres años, Flora, debatiéndose entre la libertad y el maltrato de Chazal, da a luz a Ernest-Camille y a Aline que nace un 16 de octubre del 1825. Pero en medio de la violencia de Chazal y las no menores exigencias maternas, no abandona la lectura. Durante la convalecencia del nacimiento de Aline, Flora lee la Vindicación de los derechos de la mujer, de Mary Woollstonecraft. Encuentra en los escritos de la feminista un modelo de mujer y ratifica la visión de sí misma como un apéndice de su marido.
Flora, ya no duda que el matrimonio es una institución que no tolera ni debe tolerar, una simple transacción comercial en la que una mujer es vendida a un hombre y se convierte en poco menos que su esclava. Pero no ve salida digna a su situación, pues la Restauración había abolido el divorcio. Su experiencia personal y la vivida a través de su madre le provoca, además, un gran rechazo al sexo y a la maternidad. Los considera el instrumento legal con que el hombre puede avasallar y someter a la mujer. Apenas cumple los veintidós años lleva a cabo el acto más audaz de su vida, el primero en realidad que le confirma su condición de paria y un destino abocado a la rebeldía: abandona el hogar conyugal según se comenta. En realidad escapa con sus hijos del maltrato doméstico y la falta de libertad.

¿Paria o nómada?
Empieza su peregrinaje, en realidad ‘continúa’ ese peregrinaje y su vida de paria. Se hace pasar por viuda y empieza a trabajar en una confitería. Como era de esperar, Chazal y su propia madre no están de acuerdo. Inicia una batalla legal por la custodia de los hijos con tres frentes a combatir, Chazal, los abogados y la sociedad. Batalla que dura 12 años. Los abogados a los que consulta le dicen que lo que le sucede es lo normal a toda mujer, que es común la actitud de Chazal, que no se considera maltrato el del marido, que no existe nada que pueda hacerse por la vía legal. Entre el 1826 y el 1928, trabaja como doncella con una familia inglesa y viaja por Suiza, Alemania, Italia e Inglaterra. Cuando regresa a París logra la separación de bienes y como resultado de esa separación, debe pagar la pensión y manutención de los niños. Chazal va a la cárcel cuando le pega un tiro. Solo entonces ella y sus hijos vive tranquilos, pero la situación económica es intolerable. Para colmo de males muere su hijo mayor. Más adelante escribió:
“Tenía veinte años cuando me separé de ese hombre, hacía seis años, en 1833, que duraba la separación y cuatro solamente que había yo entrado en correspondencia con mi familia de Perú. Supe durante esos seis años de aislamiento todo lo que esta condenada a sufrir la mujer que se separa de su marido, en una sociedad que por la más absurda de las contradicciones, ha conservado viejos prejuicios contra las mujeres que se hallan en esta posición, después de haber abolido el divorcio y hecho casi imposible la separación”. (Peregrinaciones de una paria, Flora Tristán- Villegas Editores-2003)
Al poco tiempo conoce a Zacharie Chabrié, de la marina mercante que dice conocer en Perú a la familia de Pío Tristán y le sugiere escribir una carta que él mismo puede poner en manos del tío peruano. Flora regresa a Burdeos y se pone en contacto con un pariente lejano de la familia Tristán, don Mariano de Goyeneche, primo de Mariano Tristán. Cuando se encuentran, Goyeneche no puede menos que sorprenderse del parecido de Flora con la familia Tristán. Escribe la primera carta a los Tristán:
“París, corriendo el año de 1829, Monsieur, es la hija de su hermano, de aquel Mariano querido por Usted, quien toma la libertad de escribirle. Me gustaría creer que Usted ignora mi existencia y que de las mas de veinte cartas que mi madre le ha escrito, durante diez años, ninguna le ha llegado. Sin este último presentimiento que me deja al colmo del infortunio, jamás me dirigiría a usted. He encontrado una ocasión segura para hacer llegar esta carta, y tengo la esperanza que Usted no será insensible. Tengo mi constancia de bautismo; si le queda alguna duda, el célebre Bolívar, amigo íntimo de los autores de mis días, podrá esclarecerlas. (Simón Bolívar era ya el Libertador) Él me ha visto levantar por mi padre, él frecuentaba habitualmente la casa. Usted podrá también ver a su amigo, conocido por nosotros bajo el nombre de Robinson (Simón Rodríguez maestro e ideólogo de Bolívar). Voy a exponerle los hechos: Para sustraerse de los horrores de la Revolución, mi madre viajó a España con una dama de la familia de sus padres. Esa dama se había establecido en Bilbao. Mi padre se hace amigo de ella y de esa amistad bien pronto nace un amor irresistible que les hace volverse necesarios el uno al otro. Ellas regresan a Francia en 1802 y mi padre las sigue. Como militar, vuestro hermano necesitaba permiso del Rey para casarse; pero no deseaba pedir ese permiso (respeto demasiado la memoria de mi padre para buscar de adivinar cuales pudieron se los motivos). Él propuso entonces a mi madre unirse a ella por un matrimonio religioso (matrimonio que no tiene ningún valor en Francia). Mi madre que siente que en adelante no podrá vivir sin él acepta esta proposición. La bendición nupcial les fue dada por un respetable eclesiástico M. Roncelin, que conoce a mi madre desde su infancia. Los esposos viven en París. A la muerte de mi padre, M. Adam, de Bilbao, más adelante diputado de las Cortes, que había conocido a mi madre tanto en España como en Francia, como a la esposa legal de don Mariano de Tristán, le envía un acta notarial firmada por mas de diez personas, todas manifiestan haberla conocido bajo el mismo título. Usted sabe que entonces mi padre tenía por toda fortuna solo la renta de 6000 F, que su tío el arzobispo de Granada, le había dejado a título de primogénito de la familia Tristán. El ha recibido también algunas sumas que usted le ha enviado; pero las más considerables se han perdido: 20000 francos fueron tomados por los ingleses, y 10000 desaparecieron con el buque la Minerva. No obstante, gracias a la economía de mi madre, mi padre tenía una vida fuertemente honorable. Trece meses antes de su muerte, el comprar una casa en Vaugirard, cerca de París. Después que el muere, el embajador M, príncipe de Masserano, se adueña de todos sus papeles. Usted debe haberlos recibido por la intermediación del embajador de España, y con ellos el contrato de adquisición de la mencionada casa. Mi padre había pagado en parte esta propiedad y ella hubiera ayudado a estudiar a mi hermano y a mí. (…) Usted debe sentir, señor, cuanto ha sufrido mi pobre madre, quedando sin fortuna, y cargando con dos niños; mi hermano ha vivido diez años. Y bien! A pesar de todo este desastre en el que ella se encuentre, no desea más que restablecer la intachable memoria de aquel que ha sido el objeto de sus más tiernos afectos. (…) Yo no deseo, señor, sino que tenga conocimiento de las desdichas, de las que le he dado un débil bosquejo de los tratos de los que usted puede descubrir los detalles!. Vuestra alma, sensible al recuerdo de un hermano que usted amaba como a su hijo, sufriría demasiado midiendo la distancia que existe entre mi suerte y la de aquel que hubiera debido tener la hija de Mariano…., de su hermano que, golpeado como por un flechazo por una muerte súbita y prematura (una apoplejía fulminante) (…) Le pido su protección y le ruego amarme como la hija de vuestro hermano Mariano. Vuestra muy humilde y obediente servidora. Flora Tristán” (La paria et son reve, Flora Tristán, Presses Sorbonne Nouvelle-París-2003-Trad. S.Miguens. Pag.45)
En 1832, Chazal aun la perseguía, Flora escribió:
“Las persecuciones del señor Chazal me obligaron en distintas ocasiones a huir de París. Cuando mi hijo cumplió ocho años insistió en tenerlo a su lado y me ofreció el descanso en esa ocasión.(…) Durante más de seis meses, oculta bajo un nombre supuesto, anduve errante con mi pobre hijita. (…) Resolví ir a Perú y refugiarme en el seno de mi familia paterna, con la esperanza de encontrar allí una posición que me permitiese entrar de nuevo en la sociedad” (Peregrinaciones de una paria, Flora Tristán, VillegasEditores, 2003-Bogotá).

Del Viejo al Nuevo Mundo…
Estando en Burdeos, en febrero de 1833, sabe que hay tres navíos próximos a zarpar a Valparaíso, entre ellos el Mexicain. Le presentan al capitán del Mexicain, es Chabrié, aquel capitán con el que tanto habían conversado en París. Sabía que cualquier pequeña cosa sería tomada sospechosa o en contra de una mujer que viaja sola, por eso decidió aceptar la propuesta de Goyeneche, de viajar en ese barco. No sin antes sincerarse con Chabrié:
“Lo que le pido, es simplemente olvidar que me ha conocido en París con el nombre de señora y con mi hija. Le explicaré a bordo la razón (…) hasta la partida, hable de mi como si me hubiese visto por primera vez”. Escribe en sus memorias: “Puedo decirlo, esta primera visita de Chabrié es uno de los recuerdos más felices que conservo en el corazón”. (Peregrinaciones de una paria-Flora Tristán- Villegas Editores-2003-Bogotá)
El Mexicain se da a la mar el 7 de Abril. Flora cumplía 30 años y se embarcaba con veinte hombres en un viaje que duraría 4 meses. Nada dijo a Goyeneche de su condición de mujer casada y con hijos; tampoco a Felipe Bertera, encargado de los negocios de su tío, con quien mantuvo un romance breve. Tampoco cuenta acerca de la amenaza y persecución de Chazal. Sabía que toda esa historia no actuaría en su contra, sería otro impedimento familiar.
“La raza mujer - solía decir- está sometida al hombre para siempre… no puede ser libre, depende legalmente de su marido puesto que la ley no autoriza el divorcio”. Su misma familia, el hermano de su madre, el tío Laisney, abjura de Flora: “Una esposa que huye del domicilio conyugal y se lleva los frutos del matrimonio, no tiene lugar en la sociedad: es una paria” (Unión Obrera-Tristán-1843- Feminismo y Utopía-Fontamara-1977-México)
En efecto, más adelante y por siempre Flora Tristán sostiene: “Yo no soy sino una paria”. Y como paria, en busca de un futuro que siempre esta en otra parte, se entrega a las vicisitudes que le impone el Méxicain; cruza el Atlántico, atraviesa el canal de Beagle y arriba a Valparaíso, donde se entera de la muerte de su abuela. El desánimo vuelve a invadirla. Pero no todo le es adverso. En el viaje en medio de ternuras y enamoramiento Chabrié le propone matrimonio. Ella duda. Al fin se despiden. Lloran. Ha sido solo un romance de viajeros. Flora no podía amar a nadie por el momento, solo se veía a sí misma como una conquistadora que iba tras el verdadero oro del Perú: su identidad, el reconocimiento familiar y la parte de herencia que le correspondía por su padre.
Al fin llega a Lima y en enero de 1834, conocer a su tío. Pero Flora Tristán que en la calle del Gato que Pesca y para los franceses era ‘muy peruanita’, para los peruanos nunca dejaría de ser ‘la francesita’. En todas partes Flora era una mezcla de franco-peruana que enfrentaba sin pudor a la oligarquía, a la jerarquía, a la abogacía, a los hacedores de la ley, a la clerecía, a la beatería. Los días en Perú fueron difíciles; es bien recibida por toda la familia menos por su tío del que solo logra algunas impresiones que no le resultan demasiado alentadoras y una pequeña renta.
“Don Pío Tristán –según Germán de Arciniegas –era un gran señor y un sinvergüenza. Último virrey, ya en la República quería ser, y lo fue, de los herederos de la Corona. Cuando vino Bolívar, don Pío contribuyó al fondo de la guerra de Independencia con lágrimas de usurero. Según Flora, los realistas miraban a don Pío como a un traidor y los republicanos con justísima desconfianza: Amaba al antiguo partido por afición y servía al nuevo por interés. Flora hizo una acertada lectura de la situación de mucho peninsulares y muchos criollos por aquel tiempos, a escasos 10 años que con la batalla de Ayacucho se puso punto el final a los generales realistas. Flora define a su tío y a los peruanos en general: “Tal es el carácter peruano: vanidoso, fanfarrón, crédulo; destroza todo con la palabra y es tan incapaz de la firmeza en la acción como de perseverancia en una resolución valerosa”. (Peregrinaciones de una Paria, Flora Tristán-Villegas Editores-2003-Bogotá)
En esos tiempos poco felices en casa de los Tristán, conoce al coronel Escudero, periodista y militar, secretario de doña Pencha de Gamarra, promotora de la revolución de ese año en Perú y esposa del presidente que acaban de deponer. Las desavenencias con su tío, que se niega a reconocerla como su sobrina legal a pesar de que comprueba que Flora tiene un profundo parecido con su hermano y todos los Tristán, le causa una profunda tristeza.
“Mi tío, poco antes de la muerte de mi abuela, le hizo hacer un testamento en el cual su esposa quedaba beneficiada con veinte mil pesos y en el que yo estaba incluida con un legado de tres mil pesos. Ese testamento era muy largo y mi abuela, que tenía ciega confianza en su hijo Pío, lo firmó sin conocer sus disposiciones. Yo no estaba designada como ‘la hija de don Mariano’ sino como ‘Florita’, sin que se pudiese saber a qué título se me hacía esa donación”. (Peregrinaciones de una paria, Flora Tristán,Villegas Editores-2003,Bogota)
Sumida en una gran depresión vuelve al Werther, de Goethe, que la enfrenta a la posibilidad del suicidio. Regresa a París cargada de experiencias y sentimientos encontrados que la enfrentan a una disyuntiva aun mayor: la escritura. Contar su historia, contar la situación en la que las mujeres en Brasil, Chile y Perú aun en la clase alta viven casi en estado de esclavitud o sometimiento absoluto, y no puede dejar de observar la esclavitud del hombre. Para dar testimonio de lo visto y vivido, para empezar apela a un relato de viajes, estilo tan en boga en ese momento sin dejar de lado el romanticismo que la época le impone, Peregrinaciones de una paria.
Del Nuevo al Viejo Mundo…
Así, del infiernito de Arequipa y los Tristán, Flora regresa su gran infierno de París. Echaba chispas, ratificaba una y mil veces su condición de paria, tal vez por eso, se ve a sí misma dentro de ese halo de romanticismo parisino, haciendo parte del entorno que rodea a los intelectuales, entre ellos a otra gran paria, George Sand. El 10 de febrero de 1837, le escribe en respuesta a una carta de la escritora:
“No puedo demorar mucho tiempo, Madame, pese al estado de sufrimiento en que me encuentro, a efectos de la gripe, para responder vuestra carta, tan buena para mi, y que deja en mi corazón un sentimiento de dicha. Gracias, Madame, mil veces gracias por toda la benevolencia que usted me manifiesta. (…) Hágame saber, le ruego, en qué época cuenta usted cuenta estar en París, porque me sentiría desolada de no encontrarme para entonces. Estoy aun muy enferma para poder responder al principal objeto de su carta.; espero que tenga a bien disculparme por la brevedad de la mía, espero que mi salud me permita responderle de un modo especial a la suya. Adiós, madame, acepte mis sinceros agradecimientos y la expresión de la gran admiración que yo profeso por vuestro admirable talento. Flora Tristán, febrero de 1837. (Tristán, La paria et son reve, Presses Sorbonne Nouvelle-París-2003-Traduc. S.Miguens- Pág. 72)
Flora y Aurore o George Sand, empiezan una amistad que por cierto nunca sería sencilla de sobrellevar. Por esos días, Flora corregía las pruebas de su ensayo, De la necesidad de dar buena acogida a las mujeres extranjeras, que había comenzado a escribir en el viaje de regreso. Entra de lleno en el ambiente literario y en el político. Conoce a Fourier, de 63 años, es la primera vez que lo ve y a él le entrega su ensayo que se publicará más adelante.
Por otro lado, los ataques de Chazal que no solo han interferido en su vida sino en la escritura de Peregrinaciones de una paria y refuerzan sus conceptos. Aline confiesa a Flora que su padre le da miedo, que ha abusado de ella tratando de tomar revancha. Ambas se escapan. Chazal la hace detener. Entre las amenazas y peleas de ambos cónyuges la niña es puesta en custodia en una pensión. Pero se escapa y una vez más busca a Flora. Chazal la manda a buscar con la policía. Otra vez, Flora, se encuentra impotente con la prepotencia de la ley, que solo favorece al hombre. Aline da más pruebas de que su padre abusó de ella. Flora lo denuncia y es encarcelado, por 60 días. No contento con la situación, Chazal denuncia a Flora acusándola de adúltera, vagabunda e intrigante haciendo referencia a que para colmo Flora escribe sus memorias de viaje.
En 1837, Tristán envió a la Cámara de diputados francesa su Pétition pour le reétablissement du divorce. Documento donde protesta contra la prohibición del divorcio por el código napoleónico. Apoya su defensa según los derechos que se establecieron durante la revolución de 1789 y dice, que Dios no estableció la indisolubilidad matrimonial y que el divorcio daría garantías a la mujer de un mejor en el matrimonio. La ley de divorcio, instaurada en Francia en 1792, fue anulada en 1816 y no será reinstaurada hasta el 1884.
La separación de cuerpos que logra Flora, no ha logrado cambiar los deberes del matrimonio, entre ellos: la fidelidad. No obstante lo intrincado de esta situación con Chazal, a la que se le suma el gran dolor por la muerte de Fourier, el 11 de Octubre de ese año 1837, Flora no deja de deslumbrándose con lo que la rodea. Conoce a Víctor Considérant, el más importante de los dirigentes fourieristas y a Robert Owen, de 56 años, en una visita de éste a París. Hace amistad con la poeta Marceline Desbordes-Valmore, el doctor Evrat, el abogado Duclos y el pintor Jules Laure con quien inicia una relación amorosa que le uno de sus personajes, el ‘proletario’ de Méphis.
El 20 de diciembre, envía a varios diputados liberales su Petición para el restablecimiento del divorcio, pero no logra que la ley sea restituida y en lo personal, solo consigue en febrero del siguiente año, el pronunciamiento judicial de la separación de cuerpos de su matrimonio con Chazal. Nunca quieto ni contento con el fallo, Chazal no deja de perseguirla y acosarla hasta que le dispara un tiro; la bala, que se había alojado bajo el pecho izquierdo es imposible de extraer. Este episodio por fin, lleva a Chazal a juicio. La situación despierta gran curiosidad y consideración general. Solo entonces (y gracias al mismo Chazal) su caso comienza a tomar notoriedad, por lo tanto también sus escritos. Flora, envía a varios diputados, una Petición que tiende a la abolición de la pena de muerte; en octubre el periódico El Artista publica su artículo El arte desde el Renacimiento. Flora edita su libro Peregrinaciones de una paria, y poco después Méphis o el proletario. Se da a conocer la Carta del pueblo, aprobada por la Working Men’s Association y es evaluada y discutida por los socialistas en París. La repercusión del juicio contra Chazal incentiva la difusión y venta de sus libros.
Permanece en Londres por tres meses. Asiste a una reunión secreta en que se lleva a cabo la Convención nacional de ‘cartistas’, dirigida por William Lovett, fundador del movimiento y dirigente con quien queda especialmente impresionada. Se dedica a recorrer las industrias inglesas, los barrios obreros acercándose a aquellas familias con quienes comparte la vida cotidiana y la ideología. Muy de cerca ve las miserias acumuladas por siglos y cubiertas por el oro de una Corona que iba cubriéndose con rubíes de la India, con diamantes de África.
Flora, se viste de hombre para presenciar una de las sesiones del Parlamento, y ahí conoce a O’Connell y a O’Connor y como conclusión escribe:
"La esclavitud no es a mis ojos el más grande de los infortunios humanos desde que conozco el proletariado inglés". (Peregrinaciones de una paria, Flora Tristán, Villegas Editores-2003,Bogota)
Finalmente, en 1839, Chazal es condenado a 20 años de trabajos forzados, y para Flora llega al fin algo de tranquilidad. Obtiene del Ministro de Justicia el derecho de recuperar el apellido Tristán y como tal nombra a sus hijos. Escribe su famosa Carta a Olimpia; comienza a escribir Paseos por Londres que se edita en el 1840 y casi de inmediato vende dos ediciones, decide entonces una tercera edición a precios populares, publica un extracto de esa obra que titula La ciudad monstruo.
Siempre se reconocerá a sí misma una ‘paria’. Un ‘Ser humano’ al que se excluye de todo derecho, por ser mujer y más aún por ser una mujer trabajadora, obrera y escritora. Pero nunca bajó los brazos. En esas primeras incursiones en Inglaterra retoma la obra Mary Wollstonecraft, aunque se interesa aún más por cierta autora teatral y activista revolucionaria Olimpia de Goughes (1748-1793) que había sido protagonista de la contestación femenina, en Francia, publicando en 1791 publicó la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana; de hecho, un calco de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano aprobada por la Asamblea Nacional en agosto de 1789:
"Los representantes del pueblo francés, constituidos en Asamblea Nacional, considerando que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos del hombre son las únicas causas de los males públicos y de la corrupción de los gobiernos (...) reconocen y declaran (...) los siguientes derechos del hombre y del ciudadano. Las madres, las hijas y las hermanas, representantes de la nación, piden ser constituidas en Asamblea Nacional. Considerando que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos de la mujer son las únicas causas de las desgracias públicas y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer en una solemne declaración los derechos naturales, inalienables y sagrados de la mujer. (Fanny Edelman, Feminismo y Marxismo-2001-Buenos Aires)
Nada de esto era ajeno a Flora, tampoco las consecuencias que tocan padecer a las mujeres. Al año siguiente del crimen de Olimpya de Goughes en 1792, Mary Wollstonecraft (1759-1797) inició con su obra Vindicación de los Derechos de la Mujer la larga tradición del feminismo anglosajón. Contraria al absolutismo de los reyes, la Wollstonecraft marca la relación entre ese sistema político y las relaciones de poder entre los sexos, dada la verdadera tiranía absolutista ejercida por los hombres sobre las mujeres en el ámbito de la familia y la casa. Para Wollstonecraft, la clave para superar la subordinación femenina era el acceso a la educación.
“… el matrimonio no se considerará nunca sagrado hasta que las mujeres, educándose junto con los hombres, no estén preparadas para ser sus compañeras, en lugar de ser únicamente sus amantes”. (Mary Wollstonecraft, Vindicación de los derechos de la mujer - Madrid, 1977, Ed. Debate)”
Es curioso como aún en nuestros días se debaten aquellas cuestiones que, por otro lado, no solo se tenían en cuenta a fines del siglo XVIII y en los comienzos del XIX, en el Viejo Mundo sino que en el Nuevo Mundo, a la par de Flora Tristán y tal vez con la mismas lecturas pero sobre todo como resultado de maltratos similares, otras mujeres escritoras, viajeras, parias y nómadas, bregaban por las mismas causas: Juana Paula Manso, en Argentina; Harriet Beecher Stowe, en Estados Unidos; Nisia Floresta Augusta, en Brasil y tantas otras. Claro que éstas americanas, por entonces, no tenían muchas posibilidades de hacerse escuchar mucho más allá de su pequeño entorno y algunas escasas lecturas. Flora, no solo tuvo acceso a la notoriedad, fue su más inmediata seguidora Pauline Roland quien dio a conocer su pensamiento en la revolución de 1848.
Por esa razón, la mirada que Flora Tristán impone a su viaje entre los dos mundos y desarrolla en su diario de viaje: Peregrinaciones de una Paria, resulta de suma importancia en la historia de las mujeres. Por eso también su insistencia con respecto a la imperiosa necesidad y obligación de las mujeres de contar por escrito sus historias personales en su diario, y para ello qué mejor experiencia que la de un diario de Viajes. Imprescindible que escriban día a día porque su diario-decía Flora- porque será testimonio y reflejo por siempre del período que a cada una le tocó vivir.
En el caso de Flora Tristán ‘el diario’ es la conclusión conque Flora intenta cerrar el viaje que había emprendido al Perú, aquel 7 de abril de 1833 cuando cumplió sus 30 años, en busca de su herencia, de sus identidad, de sus raíces, de su lugar en el mundo. En Peregrinaciones de una Paria cuenta su vida y la de otras mujeres:
“…dejaba la casa donde había nacido mi padre y donde había creído poder encontrar refugio; durante los siete meses en que la había habitado, había hallado la morada de un extraño. Huía de esa casa donde me habían tolerado sin adoptarme; huía de las torturas morales que había sentido y de las sugerencias que allí me había inspirado la desesperación: ¿huía hacia donde?… lo ignoraba. No tenía un plan y cansada de las decepciones, no hacía proyectos: dejada de lado por todos, sin familia, sin fortuna ni profesión, sin siquiera un nombre propio, partía al azar como un globo en el espacio que va a caer allí donde el viento lo lleva”. (Peregrinaciones de una paria, Flora Tristán -Villegas Editores-2003-Bogota)
Gracias a ese viaje, y a su destino de paria, Flora Tristán tomó conciencia no solo de su situación, sino de la situación de la mujer en las distintas clases sociales que existían en el Viejo y en el Nuevo Mundo; hasta que llegó a casa de su familia peruana solo había conocido y frecuentado el maltrato en la pobreza, pudo entonces darse cuenta que no es menor el maltrato o la marginación de la mujer en las clases altas.
Observó en Perú, la existencia de unas mujeres, las “ravañas”, indias que acompañaban a los soldados, iban armadas y llevaban a sus hijos, se aprovisionaban, si era necesario a la fuerza, en los pueblos que iban atravesando. No pertenecían a ningún hombre en particular solo se acercaban a aquel con quien preferían estar. ¿Qué era aquello de elegir? Un privilegio que no estaba dado para las señoras de la sociedad, sí para las “ravañas”. Por su situación marital y lo que vislumbra en las mujeres de su familia, sabe que su condición de mujer la ubica en la sociedad como ciudadana de segunda. Se ve a sí misma y a las demás, en situación de semi-esclavitud. Imposible salir de esa situación sin educación porque solo así la mujer adquiere conciencia de sus derechos. Veamos una de sus miradas:
“Arequipa es una de las ciudades de Perú que alberga mayor número de conventos de hombres y mujeres. (…) se podría creer que si la paz y la felicidad habitan sobre la tierra, es en estos asilos del señor, (…) en el recinto de aquellos monumentos no se encuentran más que agitaciones febriles (…) iba a menudo a sentarme al mirador de nuestra casa (…) me gustaba pasear la vista desde el valle que este riega hasta los dos magníficos conventos de Santa Catalina y Santa Rosa. (…) era en este claustro donde se había desarrollado un drama lleno de interés, cuya heroína era una joven hermosa, tierna y desgraciada. Era mi parienta. (…) hacía ya dos años que se había evadido del convento, (…) me provocaba el vivo deseo de conocer el interior del convento en donde la desgraciada había languidecido durante once años. (…) la dureza del calzado le hería los pies y su largo velo negro de lana, siempre caído, era para ella la tapa que encierra vivo al cataléptico dentro del ataúd. (…) pero un voto terrible, solemne, que ningún poder humano podía romper, la privaba para siempre…(…) a los dieciséis, Dominga, había querido renunciar al mundo (por abandono de su prometido). (…) Allí reinan con todo su poder las jerarquías del nacimiento, de los títulos, de los colores de la piel y de las fortunas, y estas no son vanas clasificaciones. (…) Santa Rosa es uno de los conventos más grandes y ricos de Arequipa. (…) Al tomar el velo en la orden de las Carmelitas, las religiosas de Santa Rosa hacen voto de pobreza y de silencio. Cuando se encuentran, la una debe decir “Hermanas, tenemos que morir”, y la otra responde “Hermana, la muerte es nuestra liberación”. (…) La superiora me recibió con mucha distinción (…) Nacida en Sevilla, vino a Arequipa a la edad de siete años. Su padre la recluyó en Santa Rosa para educarse y desde entonces no ha salido. (…)-¡Ay! Mi querida niña -me dijo- estoy demasiado vieja, ya mi tiempo se acabó, pero si tuviese tan solo treinta años me iría con usted. (…) Al hablarme de Dominga me dijo: -Esta joven estaba poseída por el demonio y estoy contenta de que el diablo haya escogido mi convento”. (Peregrinaciones de una paria, Flora Tristán, Villegas Editores-2003-Bogota)
Con su mirada Flora toma a la mujer y a su entorno como parámetro y testimonio social. Por ese mismo motivo, es probable que su viaje y en Perú, hubiera conocido de oídas a otra gran mujer, una ecuatoriana llamada Manuela Sáenz que por esos años estaba recluida o exilada en el Puerto de Paita. Cómo podría no saber de la existencia de la más ‘mujer’ de las amantes de Simón Bolívar, aquel americano que la había acunado de niña en París; el Libertador, el independista, el gran amo y señor de los americanos que hacía apenas unos años había muerto en Santa Marta, Colombia. La Libertadora del Libertador, Manuela Sáenz, la otra paria, que según decían, por esos años a escasos tres años de la muerte de Bolívar, vivía recluida en el puerto de Paita, un pueblito perdido de Perú.
El aporte de Flora con relación al maltrato de la mujer, fue en relación a la mujer americana. Tema que no era novedad en Europa. Olimpya de Goughes lo venía advirtiendo desde 1791. Se había manifestado claramente contra la represión jacobina, contra Robespierre y Marat. Fue acusada de ser una realista reaccionaria y guillotinada en 1793. En vida las cosas no le fueron menos graves. Nacida en 1745, hija de un carnicero y una lavandera, fue casada con un anciano rico, quedó viuda y con dinero suficiente para mantenerse desde 1788, en París, viviendo además de los precarios ingresos como escritora. Pobremente educada, igual que Flora, sus textos no la convirtieron en una autora de éxito pero fueron tan comprometidos como para hacerle ganar la guillotina. Las obras de Olimpya de Goughes fueron feministas y revolucionarias. En su Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana sostiene:
“…la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos de la mujer son las únicas causas de las desgracias públicas y de la corrupción de los gobiernos”. Olimpya denunciaba el olvido de las mujeres por parte de la revolución francesa en su proyecto igualitario y liberador. Afirmando que: “la mujer nace libre y debe permanecer igual al hombre en derechos (…) todas las Ciudadanas y Ciudadanos deben contribuir, personalmente o por medio de sus representantes, a su formación.” (Fanny Edelman, Feminismo y Marxismo-2001-Buenos Aires)
Igual que Olimpya y casi todas las grandes mujeres de la época, Flora Tristán fue autodidacta. Con una pobre educación su prepotencia de trabajo y su afán por la lectura contestataria le proporcionaron la letra y la palabra.
“Acabo de demostrar que la ignorancia de las mujeres del pueblo tiene las consecuencia más funestas. Sostengo que la emancipación de los obreros es imposible en tanto que las mujeres permanezcan en estado de embrutecimiento”. (Unión Obrera, Flora Tristán-1843- Feminismo y Utopía –Fontamara-1977-México)
Flora fue la gran pionera del feminismo socialista. Vio la luz y vivió sus primeros años entre utopías, y utopistas, acunada al calor de sus ideas y entre sus brazos como sucedió con Simón Bolívar y Simón Rodríguez, que eran amigos íntimos de sus padres. Tal vez por eso a Flora no le pasaron inadvertidos los escritos de Saint Simon, Fourier, Owen, Bakounin, Woolstonecraft y de Goughes. Sin embargo, no siguió al pie de la letra ningún discurso ajeno. Flora se opuso se enfrentó a la misoginia de los primeros ideólogos del movimiento obrero como Ferdinand Lasalle (1825-1864), o Pierre Joseph Proudhon (1809-1864) quien afirmaba que: “no hay otra alternativa para las mujeres que la de ser amas de casa o prostitutas”.
Por este tipo de conceptos vertidos por los ‘hombres sabios’ de esa y de toda época, hasta a sus ideólogos Flora les reclamó -derechos para la mujer porque es el único medio para que se tome en consideración su educación y porque de la educación de la mujer depende la del hombre en general. A un año del nacimiento de Flora, en 1804, se impuso el Código Civil napoleónico en el que se establecieron los principales logros sociales de la revolución y que negaba a las mujeres los derechos civiles reconocidos para los hombres -igualdad jurídica, derecho de propiedad-, e imponía leyes discriminatorias según las cuales se considera la cueva, la casa, el hogar, como el ámbito de la actuación femenina; según consideró Marguerite Duras en La vida material: “ese sitio creado para que las mujeres cuiden de los hombres y los niños”
Sin embargo, por esos tiempos empezaba a ser conveniente y casi necesario tener en cuenta a las mujeres, o por lo menos escucharlas; aprehender y utilizar el discurso de las ‘féminas’ para confrontarlo y entremezclarlo al discurso oficial, establecido y único, el de los hombres se convirtió también en una moda o conveniencia; y si ‘ellas’, además, reclamaban su derecho al sufragio, ¿Por qué no darles el gusto? Si eran tan necesarios los votos como la mano de obra barata. Flora exigía la vindicación de los derechos de la mujer pero no dudaba en ejercerlos y echaba mano al más peligroso de los derechos arrogados el hombre: la palabra escrita y el discurso:
“A vosotros, obreros que sois las víctimas de la desigualdad de hecho y de la injusticia, a vosotros os toca establecer al fin sobre la tierra el reino de la justicia y de la igualdad absoluta entre la mujer y el hombre. Dad un gran ejemplo al mundo (...) y mientras reclamáis la justicia para vosotros, demostrad que sois justos, equitativos; proclamad, vosotros, los hombres fuertes, los hombres de brazos desnudos, que reconocéis a la mujer como a vuestra igual, y que, a este título, le reconocéis un derecho igual a los beneficios de la unión universal de los obreros y obreras”. (Unión Obrera, Flora Tristán -1843- Feminismo y Utopía –Fontamara-1977-México)
Cuarenta años más tarde Karl Marx (1818-1883), Friederich Engels (1820-1895) y Agust Bebel (1840-1913), decidieron establecer las bases del pensamiento socialista sobre la “cuestión de la mujer”. En su libro "El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado" (1884), Engels igualaba la dominación de clase a la dominación de la mujer por el hombre. Por lo tanto, la emancipación de la mujer sería posible, solo, mediante una revolución socialista que aniquilara el capitalismo. Una vez más, por cierto, los derechos de las mujeres, la lucha por la equidad cotidiana y la laboral debía subordinarse a la del hombre. Lo cierto es que la igualdad política entre los sexos era, y es, necesaria para lograr la emancipación de la sociedad; la base de la emancipación femenina era, y es, la independencia económica de la mujer.
Allá por el año 1872 el Congreso de la Federación Regional Española de la AIT, concluyó estableciendo:
“La mujer es un ser libre e inteligente, y como tal, responsable de sus actos lo mismo que el hombre; pues, si esto es así, lo necesario es ponerla en condiciones de libertad para que se desenvuelva según sus facultades. Ahora bien, si relegamos exclusivamente a la mujer a las funciones domésticas, es someterla, como hasta aquí, a la dependencia del hombre, y, por lo tanto, quitarle su libertad. ¿Qué medio hay para poner a la mujer en condiciones de libertad? No hay otro más que el trabajo”. (Més ennllà del silenci. Les dones à la historia de Catalunya)
Fue August Bebel, dirigente alemán y socialista, el primer teórico marxista que dedicó un estudio específico acerca de la mujer y el socialismo:
“La mujer de la nueva sociedad será plenamente independiente en lo social y lo económico, no estará sometida en lo más mínimo a ninguna dominación ni explotación, se enfrentará al hombre como persona libre, igual y dueña de su destino”.
Tanta fue la lucha de clases, y es aun la de las mujeres que los movimientos feministas y sufragistas estuvieron dirigidos por mujeres de procedencia burguesa y a pesar que sus planteos eran anticlasistas sus ideas no eran ampliamente consideradas en los sectores de las mujeres obreras. Las feministas y las sufragistas no lograron movilizar a todas las trabajadoras, ni ellas a las anteriores. Ciento cincuenta años más tarde (1995) la Organización de las Naciones Unidas, en la IV Conferencia Mundial sobre la mujer , definió:
“…La palabra género se diferencia de sexo para expresar que el rol y las condiciones de hombres y mujeres responden a una construcción social y están sujetas a cambio. La opresión de género tiene la misma raíz que la opresión de clases, una forma de desigualdad social que se manifiesta también en la raza, la etnia, el origen nacional, los inmigrantes, los refugiados”. (Fanny Edelman, Feminismo y marxismo-2001- Buenos Aires)
Esta opresión de género y de clase, por ende una creciente conciencia de clases, fue la que padeció e inquietó a Flora desde niña; conciencia que la impulsó en cada uno de sus actos cotidianos. En su afán de ir al frente por sus derechos, y ejercerlos, tuvo una vida azarosa y controvertida en la que se ganó no pocos enemigos, tanto hombres como mujeres, muchos de los cuales consideraron su reclamo de una sociedad igualitaria y equitativa como "excelentes sueños para la poesía".
El feminismo de Flora Tristán propone reivindicaciones y un proyecto político a partir de la idea de que todos los seres humanos nacen libres, iguales y con los mismos derechos. Las ideas de Flora, van ganando el espacio público en el período posterior e inmediato a la Revolución Francesa, que fue en sí misma una derrota amarga del feminismo porque en estas cuestiones se retrocedió. Épocas en que las mujeres no podían subir a la tribuna, pero si al cadalso. Flora Tristán continúa, y refuerza, el pensamiento de Wollstonecraft y de Goughes, dando a ese feminismo visceral un giro de clase que dio lugar al feminismo marxista.
“Cualquiera que conozca algo de la historia sabe que los grandes cambios sociales son imposibles sin el fermento femenino. –escribió Carlos Marx- El progreso social puede medirse exactamente por la posición social del sexo débil (aunque sean feas)’.
Hasta acá la idea y la breve historia de la que a mi entender ha sido la viajera por excelencia, ando un gran salto de Europa a América y retornando al Viejo Mundo con un bagaje de cultura e información, una cierta mirada del Sur de América en la que deja bien claro que la lucha de la mujer por sus derechos es parte de la lucha de clases. Flora Tristán hizo de su diario de viaje, Peregrinaciones de una paria, un verdadero ensayo sociológico de la época que le tocó vivir. Obra que precedió ni más ni menos que a La Unión Obrera (1843).
“Nada me hubiese gustado más que comenzar este librito con una canción que resumiese mi idea: ‘La Unión’ y que tuviese por estribillo: “Hermanos, unámonos! ¡Hermanas, unámonos!”. (Unión Obrera, Flora Tristán-1843- Feminismo y Utopía –Fontamara-1977-México)
El ‘librito’ como lo llamaba, fue editado con las suscripciones que ella y su hija Aline se ocuparon en conseguir golpeando la puerta de conocidos y amigos.
“Con los donativos y suscripción he podido hacer componer, imprimir y grabar el libro de La Unión Obrera. Este libro constituye una pequeña propiedad. Si los obreros comprenden bien el alcance de este libro, se venderá un gran número de ejemplares más o menos considerable. Desde aquí me comprometo a no emplear nunca el producto de esta propiedad en mis gastos personales. Mi intención es hacer, con este dinero, otros ‘libritos’ cuyo objetivo será el mismo: la instrucción de las clases obreras” (Unión Obrera, Flora Tristán-Fontamara-México-1993).
Hoy que algunas leyes parecen haber cambiado desde entonces, se podía acusar a su madre y entorno de: ‘trabajo infantil’, ‘abuso sexual’, ‘maltrato y acoso moral en la intimidad y en lo laboral’, ‘abandono de persona’ por parte de la ley… Por suerte esas vindicaciones solicitadas desde finales del siglo XVIII hasta hoy, iniciado el XXI, salen al fin a la luz y justamente porque aun no se han resuelto. Existe pena y castigo para los que imponen cualquier tipo de esclavitud, acoso laboral, sexual o moral, no obstante se siguen practicando con total impunidad. Bastaría con rehacer ese largo peregrinaje de Flora Tristán ‘entre dos mundos’, con su mirada, para comprobar que las cosas no han cambiado; la esclavitud y el tráfico de personas, el acoso moral (sexual y laboral), la vejación y el trabajo infantil, el abandono de persona de la mujer, y del hombre, se han incrementado. Por ende, se incrementaron también otras enfermedades infectocontagiosas y letales de la sociedad: indiferencia, apatía, la impiedad. El silencio.
Silvia Miguens

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