domingo, 26 de julio de 2009

El Cacique Manzanero

El Rey de los ManzanosFue uno de los más poderosos caciques del sur argentino. Ahijado de Valentín Alsina, mantuvo durante años la fe en el hombre blanco, pese al asesinato de su padre. La escritora Silvia Miguens descubre las huellas de su cacicazgo, que aún perduran en la memoria patagónica.Valentín Sayhueque fue dado a luz en 1818, al mismo tiempo que en muchos puntos del territorio del sur de América retumbaba el grito de independencia. Pero estas cosas del dominio español y de los criollos eran ajenas al interés del cacique Chocorí y su esposa, una tehuelche de ley, que andaban muy atareados con los rituales del nacimiento de su primer descendiente varón. Elevaban oraciones y ofrendas a los dioses a modo de agradecimiento. Ante sus ojos se extendía una inmensidad de verdes y de azules con la cordillera, las nieves eternas y los volcanes como único obstáculo a sortear.La formación del Estado chileno había provocado la migración de las comunidades indígenas que cruzaron los Andes y se desplazaron hacia uno y otro lado de la cordillera, ubicándose muchos en los alrededores de los cursos de agua que desde las nieves cordilleranas se abrían paso entre cañadones y espinillos en busca del mar de las ballenas. El cacique Chocorí eligió Caleufú, seducido por los manzanos que a su paso le daban la bienvenida echándole una lluvia de pétalos blancos. Para cuando terminaron de instalar los toldos, las manzanas nuevas ya perfumaban el atardecer y en el verano, mientras sus hermanos las cosechaban en paz, estaban lejos aún de imaginar las circunstancias que los llevarían a convertir esas tierras en el Cacicazgo Manzanero. Ya por entonces, el cacique Chocorí enseñaba al pequeño Sayhueque a montar potros alados domadores del viento.En Buenos Aires el gobernador, brigadier general don Juan Manuel de Rosas, decidió tomar posesión de Tierra Adentro. Así llamaban a esos parajes desde La Ventana y Bahía Blanca hasta la confluencia de los ríos Neuquén y Limay, donde, según advirtieron a Rosas, tendría que vérselas con un tal Chocorí, y con pehuenches, ranqueles, voroganos y tehuelches. Conocida la noticia, los caciques decidieron organizar sus ¿malones¿ para resistir a los ¿malones huincas¿ porque la estrategia del Gobierno Central era cosa de temer, mucho más allá de la arrogancia de las armas.En el curso de una de esas negociaciones, cuando Rosas extendía su mano y sus propuestas a Chocorí, Valentín Sayhueque, ubicado al lado de su padre, pudo vislumbrar de cerca la mirada de los huincas. El gobernador, con sus federales por detrás y las negociaciones por delante, no auguraba buenos tiempos, ni paz alguna. Sin embargo, Sayhueque era ahijado de don Valentín Alsina y llevaba su nombre, y para él, como aprendiz de cacique, esto significaba que Chocorí confiaba en caciques blancos. Después de todo aquella idea de Alsina de construir una zanja para mantener a raya a los ¿salvajes¿ era, a su modo, una manera de preservar la buena salud e integridad de las comunidades indígenas, y también las vaquitas. Según el mismo Alsina, consideraba que los bárbaros en sus bárbaros corceles podrían saltar la zanja pero nunca podrían hacer saltar a las vaquitas, fuesen las propias o las ajenas. Pero la zanja nunca se cavó y los límites, como la paz, no eran fáciles de implementar. Por lo menos no lo fue para el teniente general Francisco Sosa, en 1834, cuando una noche en que el cuarto menguante de la luna apenas iluminaba los toldos, sorprendió al cacique Chocorí y lo asesinó. Valentín Sayhueque, entonces, fue investido con el manto y ungido con la fuerza y la fe del cacique manzanero.No obstante el asesinato de su padre, Sayhueque, como le había prometido, no perdía la fe en el hombre blanco; después de todo, se dijo, entre los blancos habría leales y desleales como entre sus propios hombres. Y justamente por esas cosas de la lealtad, o de la diplomacia, de inmediato Sayhueque estableció comunicación con el gobierno chileno y con el argentino. Carteándose con el coronel Manuel Bulnes y con el general Julio Argentino Roca se dirigió a ellos como ¿distinguido y respetado amigo¿ y ¿mi compadre estimado¿, así, de igual a igual y respectivamente.De este modo se fueron dando las cosas, entre avances y retrocesos, hasta que en 1870 fue visitado en sus toldos manzaneros por George Chaworth Musters, marino y explorador inglés, que llevó sus noticias del agasajo con el que fue recibido: ¿El gran Choeque, hombre de aspecto inteligente, como de treinta y cinco años de edad, bien vestido con poncho de tela azul, sombrero y botas de cuero (¿) tenía plena conciencia de su alta posición y de su poder; su cara redonda y jovial, cuya tez, más oscura que la de sus súbditos, había heredado de su madre tehuelche, mostraba una astucia disimulada, y su risa frecuente era algo burlona¿; y en 1875 el perito Francisco Pascasio Moreno diría: ¿Shaihueque es un indio de raza pampa y araucana, bastante inteligente y digno de mandar en jefe las indiadas (...) es el jefe principal de la Patagonia.El halo pacifista sin dudas tuvo que ver con su padre, que tantas veces le había pedido no enfrentarse con los blancos porque sus ropas de infante fueron cristianas, y le había dicho que nunca debía olvidar que Alsina fue su padrino. Pero las cosas no eran tan sencillas. En 1880, el coronel Benjamín Victorica ordenó al coronel Conrado Villegas una nueva expedición para conquistar Tierra Adentro. La meta: el lago Nahuel Huapi, pues para Roca ¿la República no termina en el Río Negro, más allá acampan numerosos enjambres de salvajes que son una amenaza para el provenir y que es necesario someter a las leyes y usos de la Nación¿. Maltrecha su buena voluntad, Sayhueque envió un parte a Roca: ¿Si el ejército que manda el coronel Villegas quiere la guerra, mis tropas la aceptarán, resueltas a defender con heroísmo el suelo y las tumbas de nuestros padres.Tampoco Villegas era hombre de amilanarse. El 5 de mayo de 1883 informaba a sus superiores: ¿No ha quedado un solo indio (¿) al sur del río Limay, quedan del salvaje los restos de la tribu del cacique Sayhueque, pobre, miserable y sin prestigio¿. De inmediato el general Lorenzo Winter, gobernador de la Patagonia, ordenó un nuevo y atroz ataque a los jefes Sayhueque e Inacayal. Namuncurá y sus 300 hombres se habían rendido, pero el resto de los caciques se reunieron en parlamento, invocaron el valor de sus ancestros y se comprometieron a dar pelea hasta el último aliento.Así fue como Villegas y Sayhueque se lanzaron al ruedo espoleando sus potros. Villegas rumbo al sur, y Sayhueque hacia al norte, sable en mano y a degüello ambos, cabalgaron hasta el lugar exacto donde los esperaría la muerte o la gloria porque Villegas no era hombre de ceder y Sayhueque no lo era de aflojar. En medio de la batalla uno de los blancos corceles de Villegas y el alazán de Sayhueque desertaron de sus jinetes y de la gloria y cabalgaron hacia el Oeste. Para cuando los cadáveres de los dos bandos fuesen una cifra más en la Historia, los corceles de ambos caciques, del huinca y del indio, habrían tomado por asalto aquellas tierras, río arriba o río abajo, mucho más allá del Limay, donde seguramente alguna yegüita, nunca domesticada los esperaba, y también el pasto, el agua y la paz necesaria. En cuanto a los hombres, mientras Villegas recibía condecoraciones de parte del Gobierno Central, a Sayhueque no le quedó sino otra que meterse en un traje de huinca para poder pasar inadvertido y refugiarse en Chile.Pero regresó. Tuvo nuevos momentos de fe y tuvo nuevos momentos de lucha. Sin embargo no pudo evitar el cambio de la historia y el 1ª de enero de 1885 se entregó. Fue llevado cautivo a Buenos Aires, luego regresó y por más de diez años con su familia, en Chinchinales, esperaba su tierra prometida viendo flamear en su vivienda la bandera argentina que le había regalado alguno de sus visitantes ilustres. Murió el 19 de septiembre de 1903. El matutino La Prensa publicó: ¿Chubut. Muerte de un famoso cacique. (¿) el famoso cacique Valentín Sayhueque, (¿) murió de un ataque al corazón mientras se celebraba un huencunruca; tenía 85 años de edad y era ahijado del patriota Valentín Alsina .
Por esos tiempos de comienzos del siglo XX, el tren ya cruzaba el río Neuquén y Confluencia era punta de riel. La Ley 4167 General de Tierras, que derogaba a las normas anteriores, reordenó todo Tierra Adentro y repartió las más de 250 mil hectáreas del Cacicazgo Manzanero entre 102 propietarios.

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